martes, 17 de marzo de 2015

Crisis del 98 española (1898)


La construcción del Estado liberal y la articulación política de la moderna nación española se vivió con optimismo, fueron años de expansión económica y de progreso general. El ambiente cambió con la pérdida de Cuba y Filipinas y la derrota ante Estados Unidos. En el conjunto de la opinión pública influyó la pérdida de los últimos territorios nacionales de ultramar y la evidencia de la aplastante superioridad militar norteamericana. En la izquierda, la derrota del 98 afianzó su interpretación del significado del Régimen de la Restauración: el triunfo de la reacción, la continuación de la historia más negra de una España que se había apartado de la modernidad en el siglo XVI, al rechazar la Reforma, y que se había hundido en lo que Ortega y Gasset llamó "tibetanización" que era un aislamiento voluntario y un narcisismo letal, con el consiguiente atraso económico, la ignorancia y el apego a las tradiciones caducas. Esta visión negativa de la sociedad, la tradición y la historia españolas se encarnó en la genialidad de los escritores del 98. España, dijo Ortega, era la historia de una enfermedad. La Segunda República era, para Azaña, una empresa de demoliciones llamada a desmantelar la falsificación instaurada por sucesivas generaciones de liberales traidores a los principios de sus mayores, los gloriosos doceañistas.
La crisis del 98 con frecuencia se ha presentado como una catástrofe nacional, identificando los errores de los gobernantes españoles con el fracaso histórico de un pueblo (cuando esta crisis se produce, la realidad histórica nos muestra a una nación activa en la defensa de sus intereses).

Resulta tópico sostener que España agonizaba en 1898, lo que se evidenció a finales del siglo XIX es que el sistema de la Restauración estaba en su fase terminal. En la falsedad, arbitrariedad e inconsistencia del sistema político instaurado en 1875, y en su agotamiento, se encuentran las verdaderas causas de la crisis. Un aislamiento internacional de España en una época de expansión imperialista, agravado con la pérdida de Cuba y Filipinas. Tras la pérdida de sus posesiones americanas con le desastre 1898, la actuación exterior española se orientó hacia el norte de África en un momento en que las grandes potencias Imperialistas se estaban repartiendo el continente africano. España empezó con una tímida política exterior con el objetivo de Marruecos. A partir de 1906 España inició su penetración en el norte de África. La conferencia de Algeciras de 1906 y el posterior tratado hispano-francés supusieron la entrada de España en el reparto de África. A España se le concedió una franja en el norte, el Rift y un enclave en la zona atlántica: Ifni y Río de Oro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario